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"Y nos crean un departamento de bienestar ya ves tú pa que. Que mi pensión cada dia es más chica y si no me da pa lentejas como garbanzos. Y los jovencillos esos, los nono o nini o lo que usté me diga ya sabe, a chupar de la teta que es gratis. Porque eso es la teta. Esos niños no saben que es ganarse la vida y tener las rodillas llenas de costras de tanto fregar suelos. Ellos, blaberri desas y aifones y mierdas y a chulear, que no lo entiendo yo pa que tanto numerito si al final debajo no queda ná.
Y contris, que yo me vine d'Andalucía con 7 años y me pusieron a trabajar. Que no sabía ni jugar a muñecas aún y ya me ganaba mi jornal como una señorita.. Mi madre dice que lloré durante todo el camino en tren, casi 20 horas, imagine usté. Yo, si quiere que le diga la verdá, creo que la que lloraba era ella, ya sabe, por aquello de dejar el pueblo, la casa, los amigos y demás. Y mi primo Apolonio y la tita Mercedes que se le murieron en el primer invierno que fue muy duro porque no teníamos casa ni ná y vivíamos de realquilaos en una habitación cutre del Borne. Que ahora es muy bonito y muy .. esa palabra.. eh.. ah sí, bogemio, pero por aquel entonces era un poca barrio bajo y eso. Lo que decía, una habitación. Sin agua, ni luz, ni plantas ni ningún tipo de comodidad.
Porque claro niña, (y perdona que te llame así), tú no te acuerdas del Somorrostro, pero aquello era una masacre, una masacre de .. Ya sabes, eso. Y los demás barrios eran menos peor pero un poco igual.
Y ná, que me fui haciendo mayor y entonces conocí al Pepín, que hacía de ayudante donde el herrero de la calle Patritxol, y era muy guapo, ¿sabes? Muy mucho. Era el muchacho mas bonito del barrio. Todas las madres decían que de mayor sería un portento. Yo no sé la verdad, pero me enamoré y al año y medio nos casamos, porque mujer soltera no era muy bien vista en esos tiempos.
Y como una coneja, contri, me tenía como a una coneja. Todas las palabras bonitas se esfumaron y la realidad es que Pepín me pegaba todo lo que podía y mas. Se emborrachaba de esa manera que lo hacen los hombres de bar y la emprendía a palos conmigo. Y con los niños, cuando se hicieron mayores también la emprendía con los niños. ¿ Y encima me vienen los niños de hoy en día y me dicen que no tienen ? Con lo que tuvieron que sufrir los míos, joder . . . "
Apolonia no dejó de hablar durante todo el trayecto de autobús mientras yo garabateaba de forma intrascendente en mi Moleskine. Su historia es como un grito de esperanza. Sus palabras son como un bálsamo para las dificultades. El mundo seguirá teniendo significado mientras existan los valientes. A ella y a su bravura, este 2011.