Era una
noche como tantas de
fiesta. A darlo todo, a comernos el
mundo. Tan locos y tan
ciegos. Tan increíblemente
felices. Llorar de alegría y morir de pena. Todo a la
vez. Y subir y bajar, que esa
noche nos la queríamos pegar. Y sin parar de
reír , sin parar de sacar todo lo que teníamos
adentro. Una noche en la que vivir, en la que
arriesgar. Una noche para
perdernos, para
encontrarnos. Sin parar de
bailar, sin parar de
gritar… nosotros. Locos y
cuerdos. Ciegos.
Vivos. Y al amanecer nos encontró la
luna . . .
b a b i l o n i a , noches de humo...
ResponderEliminarSea de noche o de día, lo importante es estar y sentirse vivo.
ResponderEliminarUn abrazo grande
lara tiene alas
Y nos dieron las diez y las once, las doce la una y las dos y las tres... y desnudos al amanecer nos encontró la luna...
ResponderEliminarLo echo de menos, no digo yo que no, pero la pereza me puede... las resacas son cada día mas duras...
ResponderEliminarBesicos
Qué buena mezcla, Sabina y las noches de humo que duran tantas horas que perdemos la cuenta.
ResponderEliminar:)
Besos!
Esas noches son geniales :) para cuándo la próxima?
ResponderEliminarlas noches de humo... el viento se las lleva por la mañana, dejando solo el vago recuerdo de algo parecido a la felicidad...
ResponderEliminarsalutacions!!
La luna siempre nos encuentra. Lo chévere es que siempre lo hace con sigilo.
ResponderEliminarMe gusta tu blog, Mariona.
Saludos.