Hace mucho tiempo que no escribo.
Primero porque no tenía nada que contar y luego porque me quedé sin cosas que decir.
La vida cambia y mientras estas lineas aparecen en la pantalla en esta ciudad pasan muchas cosas.
Mi vecina la del quinto tiene un niño que no para de llorar. A la chica del segundo primera la ha dejado su pareja y se lo cuenta por teléfono y a voz en grito a todas sus amigas mientras llora su pena todos los días (y todas las noches.)
Y yo ... Yo soy esa que tiene prisa todas las mañanas. La que se levanta con la hora pegada al culo y siempre se arrepiente de solo coger galletas y tomarse un café (negro, solitario) que le quema el estómago a toda prisa.
El metro siempre va lleno y cuando cojo el autobús siempre acabamos metidos en un atasco de mierda. Esas cosas pasan. Me siento rara y a veces creo que he crecido pero la mayor parte del tiempo aún me siento como una cría.
Cuanto mas voy mas aprendo que los autobuses rojos ya no me bastan. Y no me da miedo.
Lo que me da miedo es dejar de ser. De dibujarme.
Me da miedo que me borren.